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Foto del escritorLeticia Brando

Neuroliderazgo, el nuevo abordaje para ser claros, precisos y efectivos

En pleno período electoral o de Referéndum como se celebrará el 27 de marzo en Uruguay para derogar la ley de Urgente consideración del presidente Luis Lacalle Pou, muchos candidatos buscan ser efectivos en sus campañas de comunicación para hacer que los votantes los elijan. Todo es un tema de influencia. Cada candidato debe lograr concitar la atención en un mundo donde los influencers dominan todos los focos. Por tanto, para el político pensar, sentir y actuar de forma efectiva es clave para comunicar directo al cerebro de sus masas. Porque aunque creas que cada vez que llega tu mensaje, le estás haciendo llegar al corazón del otro, en realidad eso es una ilusión. Algo has hecho que has conectado tu cerebro con los miles de cerebros que quieren pensar, sentir y actuar de forma similar a la tuya. Esto es ni más ni menos la neurociencia basada en el liderazgo o neuroliderazgo, término acuñado por el neurocientífico australiano, David Rock.

Si tienes dislexia y crees que ahora escribes como Mario Vargas Llosa, basta que te hagas tu cuenta de Instagram y comiences a hacer videos contando tu cotidianeidad. La gente consume seres reales con buena fotogenia y excelente cámara. Si toda la vida te gustó cocinar para tu familia, consigue un buen fotógrafo que te saque fotos de tus platos, arma tu cuenta en Instagram y pasa tus recetas, el mundo te celebrará como uno de los grandes chefs no profesionales que dominan la red más amada por los hedonistas y voyeurs.

En un mundo donde cada vez más pululan los influencers que salen de la nada, que compran seguidores y desde ahí construyen imperios vacíos de contenido, las personas deben cuidar más lo que piensan y lo que dicen. Porque la imagen está a la orden del día pero hacer que esa imagen tenga coherencia con lo que se dice y lo que se hace, ese es el gran desafío en la actualidad para quien quiera ser un líder resonante.

Por otro lado, los votantes creen que están siendo libres al emitir su voto pero en realidad, cada elección que hacemos en nuestra vida obedece a esa serie de programas que vamos internalizando desde que nacemos, crecemos, somos niños, vamos a la escuela, asistimos al liceo, Universidad, y cada persona que nos cruzamos en la vida, todas esas cosas que nos van dejando huella. La vida y los estímulos que recibimos de ella nos van programando.

De ahí que haya personas cuyos programas son muy efectivos y son esos que logran comunicarse de forma efectiva con las personas que los rodean y hay otras personas cuyos programas resultan ineficientes y es así que pasan su vida en relaciones tormentosas, en trabajos que los hace sentir infelices y en pensamientos que los hacen creer que esas desgracias se las merecen.


Para debatir esto, lo primero que debemos hacer es distinguir la mente del cerebro. El cerebro tiene instalados nuestros programas positivos, útiles y hasta los negativos pero es la mente, con los pensamientos, las ideas, las creencias la que hace que se instalen determinados programas. Esa energía mental no la podemos tocar pero al cerebro sí podemos saber que hay millones de conexiones sinápticas que van creando nuestros hábitos, creencias, actitudes.

Los tres cerebros

El cerebro sigue siendo el gran enigma de la ciencia, apenas lo conocemos pero su investigación avanza a fuerte ritmo. Utilizamos entre el 1 y el 20 por 100 de nuestra capacidad intelectual. Esto resulta fabuloso si se piensa en las posibilidades de desarrollo que nos ofrece.

El cerebro humano va perdiendo capacidad a partir de los 20 o 21 años. Esto ocurre siempre y cuando no se lo utilice. Pero si se le estimula, a cualquier edad, crecen protuberancias en los tentáculos de las neuronas y se incrementa el número de sinapsis o conexiones potenciales entre ellas. De eso depende nuestra capacidad intelectual.

El cerebro tiene capas que, como la corteza del árbol, registran la evolución de nuestra especie. Primero fuimos reptiles, luego paleomamíferos mucho más desarrollados y ahora neomamíferos mucho más inteligentes.


El estrés actúa sobre el centro de mando: afecta indistinta o simultáneamente a cada uno de esos tres cerebros y al comportamiento resultante del funcionamiento conjunto de todos ellos. Nos interesa conocerlos para poder manejarnos mejor.

La zona más primitiva del cerebro es el tallo encefálico, que se halla en la parte superior de la médula espinal, al final de la espina dorsal. Cada vez más, vemos panelistas de televisión que actúan según el cerebro reptiliano, también en plena campaña los políticos insultan a sus oponentes haciendo uso de esa reacción propia de niños o de reptiles. Porque el cerebro reptiliano es el tipo de cerebro que se encuentra actualmente en los reptiles, peces, tortugas de mar y vertebrados inferiores, especies que disponen de un rudimentario sistema nervioso. Sin duda es muy importante para regular las funciones vitales básicas, como la respiración y la circulación sanguínea. Es la sede de nuestros impulsos primitivos: agresividad, miedo, defensa del territorio, instintos de conservación y reproducción, impulsos todos ellos destinados a asegurar la supervivencia del individuo y de la especie sin otras funciones adicionales. En los humanos, el cerebro reptiliano mueve a los padres a defender su prole y a la pareja en busca de sexo, pero quizá sea también el que provoca peleas, robos y el que mueve al violador a agredir a la víctima. Procesa muy poca información y ello le permite actuar de modo muy rápido. Ante una amenaza para la supervivencia, la reacción es instantánea.

No se puede actuar sobre el cerebro reptiliano. Parece que está programado de una forma inmutable y es insensible a la experiencia e incapaz de aprendizaje. Pero es bueno saber que existe y que puede impulsar a una persona habitualmente amable a combatir ferozmente a quien le disputa una plaza de aparcamiento o cualquier otra nimiedad. O a despertarse a la medianoche por un ruido sospechoso o por un olor a humo. Puede salvarnos la vida. O en alguna ocasión, hacérnosla perder.

Por otro lado, tenemos el cerebro límbico que gobierna las emociones, la afectividad y la comunicación con los demás. Y el cerebro cortical o Neocórtex: la parte más nueva del cerebro donde residen los procesos voluntarios y conscientes. Este cerebro es clave tanto para los líderes como para los que quieren llegar a otros y crear influencia.

Desde 2017 comenzamos a hacer varias ediciones de Neuroliderazgo en Uruguay y también lo hemos realizado en Barcelona, España. Desde 2020 tenemos 2 versiones online del curso, uno centrado en Regulación emocional y otro en Comunicación y Relaciones.


Con el buen uso de nuestra mente y cerebro, las personas toman conciencia de cómo el cerebro crea las conexiones, cómo aprenden y cómo romper con los hábitos negativos. David Rock y Jeffrey Schwarts publicaron en 2006 el libro “Liderazgo neurológico” (Neural leadership) donde proponen seis pasos para trasformar el rendimiento en el trabajo basado en el funcionamiento del cerebro.

El concepto de liderazgo comenzó a cambiar cuando se comenzó a estudiar el funcionamiento de varios cerebros al mismo tiempo. Los resultados fueron sorprendentes. La empatía, que nos permite comunicarnos de forma muy efectiva, poniéndonos en “los zapatos” del otro, tiene una base en la fisiología. Eso es una gran noticia cuando tenemos buenas intenciones y una preocupación legítima por el otro. Aunque esto puede ser una mala noticia cuando sólo vemos el objetivo y no miramos las necesidades de quienes están alrededor, porque probablemente noten la verdadera intención.




Hoy en día se sabe que la corteza neofrontal es la parte del cerebro que nos ayuda a razonar. La clave es utilizar esta poderosa herramienta de la mejor forma nos brindará mejores resultados evitando cansancio innecesario. Por ejemplo, realizar varias cosas al mismo tiempo, no sólo no es eficiente, sino que resulta sumamente cansador, nos hace gastar mucha más energía. Durante mucho tiempo, cuando se elogiaba el lado multi tarea de la mujer frente a la tendencia de enfocarse del hombre, vengo señalando que no tiene nada de bueno hacer muchas cosas al mismo tiempo sino más bien tiene mucho de malo, porque de tres tareas que hacemos al mismo tiempo, seguro dos de ellas las hacemos con errores. El enfocarnos en una sola tarea nos lleva a mejores resultados. Por lo tanto, planear las tareas difíciles por la mañana y asignar una cantidad de tiempo para lograr concentración real en ellas es una forma de ser más eficiente con los recursos que tenemos. Quizá no logremos lo que necesitamos, pero de cualquier forma no es real intentar hacer muchas más actividades de las humanamente posibles.

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