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Luego de la crisis del Covid-19, la infancia vuelve a disfrutar soles

Ante el Coronavirus, mucha gente ya repite todos los clichés que hace tiempo decimos los psicólogos y sociólogos: el hombre es un ser social y necesitamos de los otros. Pero además de los otros, necesitamos sol. El astro rey es una fuente inagotable de vida para los organismos vivos y no vivos. Y es clave para los niños que crecen este año encerrados en sus casas.

En plena pandemia, antes de hacer su canción de despecho con Bizarrap, Shakira, cuando aún estaba en pareja con Gerard Piqué, durante el confinamiento con sus dos hijos, comentó la importancia de permitir que los niños salgan porque la carencia de sol crea condiciones nocivas en la infancia.

Conociendo la situación de padres con niños pequeños en este difícil periodo de cuarentena, empatizo con aquellos que no cuentan con un espacio exterior o balcón para que sus niños respiren aire puro. Si está permitido salir a pasear perros o a adultos a comprar, habría que pensar en una solución que otorgue este mismo derecho a los niños quienes necesitan del sol y el aire para su salud física y mental. Urgiría al Gobierno a que considere una política que permita a un adulto encargado sacar a un niño a pasear, aunque sea sujeto a las restricciones que los expertos consideren y respetándose las normas de distanciamiento y sanidad. Los niños están siendo verdaderos campeones en este drama social y debemos pensar en su bienestar”, escribió Shakira en su Instagram









Ciertamente el sol es extremadamente importante para la Tierra porque ayuda a calentarla y mantener la temperatura global promedio en los límites. Nuestro planeta está a 150 millones de kilómetros de esta estrella y esto permite que no sea demasiado frío ni demasiado caliente. Además que gracias a la radiación UV del sol, cada vez que respiramos aire y dejamos que sus rayos acaricien nuestra piel, nuestros huesos se fortalecen porque es fuente de vitamina D en nuestra epidermis.


En realidad, más allá del desempleo, de la propagación de fobias, el aislamiento social les hace un flaco favor a la evolución natural de los niños. Porque la inteligencia social sigue siendo una de las claves para que nuestros hijos aprendan sobre escucha, empatía, virtudes, cooperación y se comuniquen de forma efectiva.


Los otros, sea una pareja, una familia, un grupo de amigos nos enriquecen. También puede pasar como decía Jean Paul Sartre que “el infierno son los otros” ya que los otros proyectan sus juicios, sus creencias limitantes, su envidia y sus inseguridades. Pero bien rodeados, los otros resultan una tierra fértil para construir mundos posibles y crear soluciones ante los problemas.


De todos modos, la crisis del coronavirus nos propuso muchos desafíos. Desde hace un tiempo observo cierta fragilidad en los adultos para imponer normas. Parece lejano ese tiempo donde los padres llamaban a almorzar o cenar y se disfrutaba la comida familiar y se comía lo que había, sin discusión. Ahora los padres les preguntan a los niños qué quieren comer y así crecen los niños como tiranos que deciden qué comer y qué no comer. Ahora los padres preguntan a los niños adónde quieren ir. Así se pierde la primera clave para que nuestros hijos crezcan con límites. El mundo se encargará de ponerle límites a nuestros hijos pero antes de emprender ese sufrimiento, mejor que los vayamos preparando a que no todo es como ellos quieren. El virus dando vuelta por las calles nos dio una oportunidad para que estemos más en casa y podamos invertir más el tiempo en la educación de nuestros hijos. Los padres modernos creen que pagarles colegios de ocho horas a sus hijos los exime de su condición de educadores.


Hemos visto que los espacios se han reducido. Durante la pandemia, en momentos de cuarentena, La escuela pasó a ser un lugar lejano y los padres pasaron a ser tutores de la educación de sus hijos, la maestra mandaba los deberes por email y se debía confiar en la gestión de los padres para transmitir ese conocimiento. Ahí también aparece otra falta de límites para imponer a los niños. “Como no soy su maestra, no me hace caso y no hace los deberes”, sentí decir a alguna madre.


Con las clases por Zoom, los niños no estaban ocho horas en la escuela y en la medida que bajaba la tasa de contagios, comenzaban las clases paulatinamente en algunos centros educativos. Mientras tanto, debimos invertir el tiempo en ser padres y madres con autoridad, con conocimiento y que demos ejemplo.


Pasaron fenómenos interesantes. En algunos grupos de padres, imperó el miedo ante la llegada de las clases tras pandemia. Al mismo tiempo, la creatividad creció a un nivel exponencial. Ante la crisis, las sociedades se defienden buscando conocer, saber y crear. Las sociedades que no lo hacen, se estancan. Una emoción negativa se combate con una emoción positiva que podamos desarrollar. Así que cuando surge el miedo a contagiarnos o a no ser buenos educadores de nuestros hijos o el miedo a no ser respetados por ellos, lo mejor es llegar al conocimiento. Este tiempo donde los cursos online descienden su coste, donde aumenta la oferta para formarnos, sólo saber, conocer y reconocer nuestro poder y posibilidades nos permite controlar el estrés en este tiempo de incertidumbre.


Hoy llegó el tiempo donde además de mirar pantallas o entrar a reuniones de Zoom, volvimos a los bares, a los restaurantes, a los parques, a todo eso que creamos para disfrutar y encontrarnos con otros. Espero que si hay más pobreza en el mundo, es posible que hayamos aumentado la riqueza interior. Si así sucedió, posiblemente nuestros hijos hayan aprendido que no estamos tan aislados y que los límites no los marcamos nosotros, sino que los marca el mundo a través de la escucha, el respeto y la aceptación de las diferencias. Desde que llegó ese día, pudimos ver soles aún en cielos nublados.


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