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Hablando del día de la madre: creciendo juntos

En estos días comerciales que pululan de vez en cuando, sin duda el día de la madre es uno de los más celebrados con gusto y no tanto con objetivo comercial, aunque se vislumbren largas colas en las boutiques, tiendas y demás para comprarle lo mejor a mamá. Nadie quiere llegar con las manos vacías al encuentro con la generadora, fecundadora y la encargada de hacer madurar (junto con el padre) a esos seres que no siempre son previsibles.

día de la madre

En estos días comerciales que pululan de vez en cuando, sin duda el día de la madre es uno de los más celebrados con gusto y no tanto con objetivo comercial, aunque se vislumbren largas colas en las boutiques, tiendas y demás para comprarle lo mejor a mamá. Nadie quiere llegar con las manos vacías al encuentro con la generadora, fecundadora y la encargada de hacer madurar (junto con el padre) a esos seres que no siempre son previsibles.

Las madres que disfrutan ese estado hace rato van viendo que junto a los cambios de sus hijos, van cambiando también su perspectiva sobre la vida. Al lado de nuestros hijos, nuestro espíritu fructifica y absorbe como una esponja todo eso que ese pequeño tiene para enseñar. Los hijos son aire limpio cuando sentimos que respiramos torpemente. Su mera presencia nos impulsa a no conformarnos con la mediocridad de muchas de nuestras opciones. Nos desafían a buscar, a perseguir y principalmente a soñar. Ellos saben que sin amor, no hay forma de crecer y lo reclaman y lo dan a borbotones, sin presiones, ni chantajes sino más bien con la sutileza de unos ojos que te miran y te roban el alma. Cuando nos atrevemos a crecer con nuestros hijos, todo tiene otro colorido y otra intensidad. Nuestros hijos nos hacen caminar a otros senderos y nos abren a otros mundos. Entonces las cosas nos afectan de manera diferente. Desarrollamos la empatía y la compasión hacia otras madres en situaciones difíciles y nos alegramos de la dicha de una madre entusiasta y eufórica. Es inevitable que madre e hijo crezcan juntos. Y ese crecimiento no tiene que ver con expandirse sino más bien con alzarse más allá de lo que digan maestras, pediatras, padres, abuelos. Es alzarse para demostrar el amor con un golpe de mirada, con una risa cómplice, con un llanto compartido, es el amor en mayúsculas, que no se compra en ningún lado pero se adquiere en ese juego de ida y vuelta entre madre e hijo. Con esa compañía, con ese sentimiento mutuo de crecer juntos, la palabra “contigo” adquiere una dimensión excepcional. Y casi estoy escuchando a tantas madres felizmente casadas, divorciadas, solteras, diciendo estas palabras: “Contigo siento que mis sueños están cercanos, me atrevo a más y enfrento desafíos y contigo siento que concretas mis proyectos porque no dejas que me rinda, ni me deje vencer por los obstáculos”.

La voluntad de ser madre es además una de las entregas más generosas que puede hacer una mujer. Y en esta entrega, resulta natural el darse sin miramientos, ser consciente del crecimiento y hasta reconocer que en ese camino que andemos, no siempre se llega a algún lado. En realidad, el crecimiento no tiene gracia si se arriba a la meta. Junto a nuestros hijos, sabemos que crecer de verdad no es aumentar de peso ni de altura ni de viajes ni de números de dientes. Crecer de verdad implica atreverse y principalmente querer y quererse. Y eso es un camino sin final. Y porque mi deseo es que todas sigan creciendo, las saludo especialmente en este día a todas las grandes mujeres, las biológicas, las adoptivas y hasta las que no tienen hijos pero desde su rol de tías asumen un rol maternal en más de una ocasión. Feliz día a todas las mamás del mundo y benditos los hijos que las hacen crecer.

Los hijos nos hacen crecer

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