“Mientras nuestros conciudadanos se adaptaban a este inopinado exilio, la peste ponía guardias a las puertas de la ciudad y hacía cambiar la ruta a los barcos que venían hacia Orán. Desde la clausura ni un solo vehículo había entrado. A partir de ese día se tenía impresión de que los automóviles se hubieran puesto a dar vueltas en redondo…Todavía se podían ver algunos navíos que hacían cuarentena…A pesar de estos espectáculos desacostumbrados, a nuestros conciudadanos les costaba comprender lo que pasaba. Había sentimientos generales como la separación y el miedo, pero se seguía también poniendo en primer lugar las preocupaciones personales. Nadie había aceptado todavía la enfermedad. En su mayor parte eran sensibles sobre todo a lo que trastornaba sus costumbres o dañaba sus intereses”
(Albert Camus, La Peste, Buenos Aires, Sudamericana, 1979, p.64)
Resulta curioso como la interpretación de la peste siempre genera desconcierto, miedo y negación en la gente, así como lo ilustraba el gran Camus en su obra cumbre. En “La peste” también se muestra cómo un catástrofe puede rehumanizar el mundo y algo por el estilo está sucediendo ahora, donde proliferan las buenas acciones y la solidaridad colectiva.
Ayer caminaba con mi hijo por el parque de Retiro de Madrid, nos cruzábamos con cientos de personas que en silencio o conversando disfrutaban de la maravilla de uno de los sitios más increíbles de la capital española. Ayer nomás me iba de rebajas con mi amiga Ivana en Barcelona y en ese caminar, nos acompañaban hordas de japoneses, italianos, catalanes, americanos, ingleses y luego almorzábamos en una de las abarrotados restaurantes de la ciudad condal. En 2021 parecía imposible usar el “nos” cuando salíamos a la calle porque mejor si salíamos solos y de prisa, no vaya a ser que nos hubiéramos cruzado con algún apestado, que no usa tapaboca ni codo.
En 2020 y 20221 dos de las ciudades con mayor ganancia económica gracias al turismo estuvieron vacías y vigiladas por la policía para evitar que ninguno se rebelera a la cuarentena obligatoria. El Coronavirus o Covid-19, un nuevo virus surgido en Wuhan, China está haciendo estragos en el mundo entero. También ocurrió lo mismo en mi Montevideo natal y en todo Uruguay. Este pequeño país de tres millones de habitantes, comenzó declarando 4 casos el 13 de marzo de 2020 y el 21 de marzo, las autoridades oficiales del Ministerio de Salud Pública confirmaron 135 casos. El marzo de 2020 será recordado por el mes en el que el mundo se puso en cuarentena.
Desde ese momento, mi profesión de psicóloga está siendo más demandada para el tratamiento de la ansiedad del sector salud y de profesionales independientes y ofrecí consulta online gratuita a gente que trabajaba en la salud y 50% de descuento a las personas que tuvieran trabajo fijo pero se sentían abrumados por esta imposición de confinamiento obligatorio por tiempo indefinido.
PRINCIPAL MEDIDA: PARO Y DISTANCIAMIENTO SOCIAL
De pronto sentimos que estábamos en “Apocalipsis Now” y que esto es una broma de los chinos y nos mandaron a Francis Ford Coppola a filmar al mundo entero. Pero no era un sueño ni una pesadilla, ni estaba mi tío Marlon Brando y no era ningún thriller y hasta el mismo Tom Hanks y su mujer Rita Wilson se infectaron en un viaje a Australia.
Los noticieros internacionales y locales nos sirvieron con morbo cada nueva muerte en Argentina, Italia, Inglaterra, España, Estados Unidos y nos revelaron la disciplina de los chinos para frenar el virus. Los más esotéricos hablaban que el planeta comenzaba a limpiar, las chimeneas de las fábricas contaminando el cielo se frenaron mientras que los empleados de esas fábricas maldecían al cielo, como buscando al virus por allí, en el aire, aunque en realidad el virus se contraía en el contacto de nuestras manos con las personas infectadas, en ese beso y abrazo que dábamos, en cada saliva que el apestado largaba cuando hablaba contigo, por eso recomendaban la distancia de uno a dos metros en caso de salir a comprar algo.
En ese momento, la mejor arma contra el Covid-19 fue parar. Debíamos reducir la velocidad de como se estaba propagando. Esto implica un cambio en nuestros hábitos y rutina de vida por días, por semanas y por meses. Parar implicó consecuencias nefastas para nuestra economía y no parar implicaba un coste enorme en salud. Eso hizo Italia. No paró a tiempo y estuvo llorando las pérdidas de varias vidas. En Uruguay estuvo hasta el 6 de abril de 2020 en cuarentena, esto implicó tres semanas evitando propagar el virus aunque la salida al supermercado y la farmacia estaba permitido. Pese a la rapidez del presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou al declarar estado de emergencia sanitaria, desde la primera enferma oficial, la diseñadora Carmela Hontou, declarada el 13 de marzo de 2020, los casos aumentaban día a día. Por lo demás, los audios de Hontou y su entorno se viralizaron y fueron parte de un fenómeno social, donde el glamour, la alta sociedad y la indignación eran reflejados con humor y en la actualidad lo que más nos salva es ponerle algo de risa a lo que nos pasa. Porque esto nos pasó a todos. Nadie estaba exento. El mismo presidente se llegó a infectar.
Ante este panorama, muchas personas negaban el problema y seguían saliendo a correr y no cerraban sus negocios y otras entraban en pánico. El coronavirus es totalmente diferente a otras epidemias, a la gripe española y la medicina no sabía cómo lidiar con el tema . Las personas niegan el problema porque la gente tiene pavor a la incertidumbre, ese aspecto que analiza David Rock en su modelo SCARF®. Debemos aprender a lidiar con esa incertidumbre, porque nadie sabía qué iba a suceder en el futuro. Los gobiernos recomendaban medidas como el aislamiento (aunque no les guste la palabra a algunos, ciertamente hay gente que estuvo aislada, vivía sola y no tenía contacto físico con nadie) y los que tenían familia e iban a hacer la compra, debían procurar el distanciamiento social, que implicaba distancia de uno a dos metros del resto de las personas.
China es el país más exitoso en el tratamiento de esta peste. Las estrategias que utilizaron fueron la restricción “estricta” de movimiento en Wuhan, epicentro del brote, los cierres de fábricas y la reanudación ordenada de la producción, el uso de datos para encontrar cada foco y la construcción de hospitales especializados en la lucha contra el coronavirus Covid-19.
ALTERNATIVAS A LA CORONACRISIS
Mientras tanto, los profesionales de todos los rubros sentían que su trabajo se reducía a la mitad y tocó el home office. Surgió entonces la digitalización obligatoria. Hace un par de años, vengo prometiendo a muchos seguidores de otros países que pronto haría mis más de cuarenta programas de cursos de Liderazgo, Gestión del cambio, Comunicación, Inteligencia Emocional, Neuroliderazgo en formato online y ante este nueva realidad, la promesa pronto se hará realidad. Hace un tiempo, abordé el crecimiento del mundo digital en el VI CALM Congreso de Autoestima y Liderazgo de Montevideo y junto al resto de los ponentes analizábamos el crecimiento de los robots en muchos ámbitos y ahora este virus parece pedir urgente el trabajo de máquinas que no son factor de riesgo. De todos modos, la epidemia ha centrado su atención en lo humano y por eso se están adaptando las personas a distintas plataformas online.
Por otro lado, las sesiones online o por teléfono de médico, dentista, maestros, psicólogos, coaches, entrenadores deportivos se han acrecentado. Ya no es un proyecto lo de hacer tu plataforma online, debes hacerlo ya si quieres comer y pagar tus cuentas. Claro que ellos no son los más perjudicados porque es el emprendedor de siempre, ese que tiene restaurante, boutique, peluquería, que es diseñador gráfico, organizador de eventos, dentista, recepcionista en hotel, que ve que su trabajo se reduce a cero. Entonces desaparece el trabajo, la fuente de ingresos principal de muchos y mientras que ves que no tienes los principales sitios donde disfrutabas tu ciudad, percibes que la rambla es un lugar peligroso donde vuelan los gérmenes. Los proyectos se paran y al mismo tiempo, los cerebros explotan.
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Tras tantas campañas de responsabilidad social y de hacerle caso a Leonardo di Caprio en todos sus documentales, la gente se olvida de ser ecológica y de salvar al planeta porque lo único que importaba era conseguir esos guantes y mascarillas de plástico.
Tras tanta dieta Clean y Detox, la gente vaciaba las góndolas de carne y pollo porque da igual lo que coma si estos serán mis últimos días en la Tierra.
En mis años de emprendedora, que datan desde muy joven, ya en 1996 cuando fui socia fundadora de la revista “Son” junto a colegas del periodismo, más adelante cuando en 2007 emprendí mi propia consultora en Barcelona, logrando trabajar entre Argentina, España y Uruguay y logrando socios estratégicos en Bélgica e Inglaterra, hasta probé suerte con la producción cinematográfica, produciendo el documental “Ni contigo ni sin ti pero a solas conmigo”, que transcurre en Argentina, España, México y Uruguay, y más adelante produje las dos temporadas del programa de televisión “Ruta feliz¨. Mi inquietud me llevó a crear C.A.L.M.(Congreso de Autoestima y Liderazgo de Montevideo) que se realiza desde fines de abril de 2014 de forma anual y ante la pandemia, debió postergarse la séptima edición al 27 de agosto de 2020. Por fortuna, en 2023, el congreso llega su décima edición. Mira el programa AQUÍ
Tanto el congreso como mis actividades previas se lograron gracias a la reunión con gente, coordinando personas, negociando patrocinadores sólo una parte de todos esos logros se hizo desde una forma virtual pero la mayor parte la he logrado usando la ventaja de lo presencial.
Tengo alguna experiencia sobre los vaivenes de emprender, si alguien dice que es una montaña empinada, ignora las bajadas y los pozos que debemos soportar al emprender. Por tanto, he tenido picos de éxito, momentos críticos y algunas incertidumbres pero jamás me había topado con un momento de caos tan grande, como el que estuvimos viviendo en esta Corona Crisis que estalló hace unos años. He trabajado como coach ejecutiva y mentora de varios líderes que admiro y respeto, a los que asesoré en cómo gestionar la crisis de alcance local y mundial pero esta pandemia de evolución impredecible reta a nuestro liderazgo.
La pirámide de Abraham Maslow se ve resignada a la base de las necesidades fisiológicas básicas como el alimento, la respiración, las necesidades de ir al baño, de hacer ejercicio y a partir del segundo escalón de la pirámide, el ser humano ya pone en duda sus necesidades de seguridad, de empleo, de salud, de autoestima y ni que hablar de sentir pertinencia al grupo de su trabajo porque ya no los puede ni ver y de necesidad de status, reconocimiento y realización ni le hables porque ese Máster y Doctorado poco le sirve para trabajar online, dirá el trabajador tipo.
Además de la economía, lo más grave del Coronavirus es que el 80% de las personas infectadas lo sentirán como una gripe pero el 20% necesitará estar internado y 20% de la población de cualquier país es mucha gente.
La alarma y la alerta ha movido el árbol y conste que nos creíamos los dueños de los bosques. En esta situación, las respuestas deben ser inmediatas. Ahí llega nuestro desafío desde la psicología y el coaching. Las personas están alejadas por recomendación y ante la ausencia de contacto, la afiliación a un grupo, familia, partido, parece esfumarse pero justamente este es el momento para potenciarla. Por lo demás, la aparente autorrealización postergada en realidad está potenciada porque más allá de las decisiones de cada presidente, el liderazgo principal ya no depende de los gobernantes.
El liderazgo ahora depende de nosotros. Cada vez que vos te cuidas y cuidas a otros manteniendo la distancia, cada vez que cuidas no estornudar cerca de alguien, cada vez que preservas la limpieza de tu cuerpo y de tu casa, cada vez que compras comida sin vaciar las góndolas pensando que otra persona puede necesitar el resto de comida, cada vez que compras alcohol en gel y dejas envases para otros, cada vez que te adaptas al cambio y trabajas desde tu casa, cada vez que demuestras respeto, ahí estás liderando el cambio.
En nuestra responsabilidad, en nuestro acatamiento de las recomendaciones, en nuestra paciencia, nuestro recaudo, nuestra calma, nuestra cooperación, nuestra empatía, esas virtudes tan esenciales en cualquier liderazgo estamos expresando nuestros mejores valores. Con esta pandemia, más allá del dolor, la ira, el miedo, la tristeza, subyace el triunfo de la sociedad civil que debe demostrar su adaptación al entorno. Acá no salimos si nos creemos fuertes, los mejores, con el síndrome “a mí no me va a pasar” o el complejo “tengo muchas defensas y los virus me huyen”, acá salimos si creemos que es una oportunidad para digitalizarnos, para unirnos desde las redes con otros colegas, para crear foros de pensamiento y discusión, para darnos cuenta que no estamos tan solos. El mundo entero contra la misma pandemia. El mundo entero despertando para ser más solidario con nuestros mayores, con los cardíacos, con los pacientes de SIDA, con los que luchan contra un cáncer, volviendo a admirar a los médicos, enfermeras, maestros, a los que informan. El mundo entero, rápido, consumista, se paró y nos damos cuenta que los días no se nos iban sino que nosotros podemos decidir los días que queremos, volviendo a conectar la empatía y flexibilidad.
El cambio depende de un nuevo ser humano. El futuro depende de nosotros. Hoy la inteligencia social es clave, debimos todos enfrentar este desafío que nos presentó la pandemia. El Covid-19 se nos presentó como algo absoluto, misterioso, desconocido y ante nuestra ignorancia debimos desarrollar acciones comunes, debimos alentar la solidaridad y la cooperación de todos. Muchos hemos puesto una pausa a algunos sueños y luego de esperar, ya podemos concretarlos. No estaremos solos. El mundo entero estuvo con nosotros en esta espera y esa comunión resulta hermosa ante el previo horror.
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