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Los que crecen juntos vs los que no dejan crecer


Decía el otro día la actriz española Nawja Nimri que se tuvo que dar cuenta recién a los cincuenta años la importancia de saber rodearse, algo que ignoraba que fuera tan esencial a sus veinte años.

He observado lo mismo en parejas felices luego de más de veinte años de matrimonio. No sólo pudieron construir una familia sólida sino que cuando la pareja se respeta sus espacios, su libertad, se ve con orgullo el crecimiento del otro, suele verse dos personas exitosas tanto en lo laboral como en lo personal.

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Sin duda cuando se da la fortuna de encontrar esas personas que nos permiten crecer, nuestro espíritu se calma, se ensanchan las posibilidades y uno va caminando la vida con esperanza y confianza en el futuro. Resultan aire puro para nuestros sentidos tan contaminados de la sobre información a la que estamos siendo bombardeados día a día.

Da gusto estar con esas personas que nos dejan crecer porque nos permiten sacar lo mejor de nosotros mismos. Su mera presencia nos lleva a no conformarnos con posibilidades mediocres, nos impulsa a rebelarnos a las frases cliché del último influencer de turno, nos desafían a perseguir, buscar y hasta a alcanzar nuestros sueños.


Para que se den estas relaciones positivas, debe subyacer el amor. Porque sin él, no es posible forjar ningún vínculo. Necesitamos una calidez, un trato amable, una atención, una escucha, una suma de acciones. Con estas personas maduramos frutos que no sabíamos ni siquiera que los teníamos. También nos permiten caminos diferentes, nos aportan otros senderos para caminar y cuando en esas rutas nos perdemos y hasta perdemos los mapas, ellas nos permiten que las cosas nos afecten con más cordura y dejando de lado la ceguera.


Mucha se habla de la mente de crecimiento en liderazgo. Ese líder que no cree tener una mente fija, cree realmente que las habilidades se pueden desarrollar.  En estas mentalidades,  la persona es perseverante y no se rinde ante las dificultades, se enfoca en el esfuerzo, ven los retos como oportunidades y principalmente abrazan el aprendizaje. Se inspiran en el éxito de los demás en lugar de sentirse amenazados. Esa mente de crecimiento se opone a la enorme cantidad de mentes que creen que todo debe hacerse según un método aprendido, diseñado desde hace décadas. Si cambias la forma de hacer las cosas, las mentes fijas se agobian, sienten ansiedad y se sienten perseguidas. Todo diferente a la persona que tiene mente de crecimiento, que cree natural tener retos y desafíos a la hora de trabajar, emprender o de crear.


En lugar de pensar "no puedo", usan el pensamiento "aún no lo consigo", lo que abre la puerta a la posibilidad de éxito futuro. Qué bueno sería desarrollar esa mente de crecimiento en nuestros hijos. Ellos que son la generación "touch" que tienen destrezas usando dispositivos electrónicos, debemos enseñarles a manejar más las emociones y a conectar más con los otros sin tabletas ni teléfonos. Hoy las nuevas generaciones están comunicándose mucho por las comunidades de juegos online y hay que enseñarles el hábito de conectar en carne y hueso. Y también ayudarles a sentir que crecen, no de tamaño ni de altura, que crecen sus sueños, sus posibilidades y que se atreven a ser, les enseñamos a creer que el deseo puede transformarse en realidad. También enseñarles que crecer de verdad no implica llegar sino simplemente atreverse a salir a caminar, a crear, a querer, a desear, en otras palabras, atreverse a vivir.

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