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Amarse a uno mismo sin caer en el narcisismo

A propósito de San Valentín, vuelvo a reflexionar sobre el amor, esa fuerza o energía o ese valor, o ese indispensable en la vida de todos. Desde hace unos años, mientras hacía “Ni contigo ni sin ti pero a solas conmigo”, documental que transcurre en Barcelona, Buenos Aires, Montevideo y México, mientras entrevistaba a muchas parejas me di cuenta que las más exitosas eran las que respetaban su independencia.

Unos años después mientras escribía un guion para el programa “Amar sin dependencia” de Ruta feliz, seguí pensando en esto de amar y ser libre, el gran desafío para muchos. Porque desde niños se nos educa para pensar en el amor como algo que se da si te portas bien y se te quita si no haces las cosas tan bien. Así crecemos buscando el amor afuera, cuando es el valor más importante que todos traemos desde que nacemos. Para eso, basta pensar en nuestros padres, ellos nos nutren afectivamente antes que empecemos a hablar o a marchar. Y también pasa lo contrario, esos padres que sólo le exigen a los hijos, sin gestos de cariño ni de aprecio y esto trae seres que crecen pensando que el amor es una meta ideal para unos pocos.

Amarse a uno mismo puede sonar pretencioso y egoísta para algunos pero es en realidad la clave para relacionarnos. La posibilidad de amarnos está muy relacionada con la imagen que tengamos de nosotros mismos. ¿Cómo hacer para que ese reflejo que vemos en el espejo sea acorde con lo que queremos?

La autoestima está muy relacionada con el valor de la confianza. Las personas con autoestima baja viven encerradas en sí mismas, temen avanzar y se repliegan. La falta de confianza inhibe el paso a la acción porque se sienten inseguras. Lo cierto que nos han educado en la falsa modestia, de no decir lo que valemos. La autoestima, esa valoración que nos damos, funciona como un motor en nuestra vida: habla de nosotros, de cómo nos percibimos y comportamos.

La autoestima suele confundirse con el ego

El primer error que solemos cometer con la autoestima es confundirla con el ego. Frecuentemente nos comparamos con el vecino, con otros padres, con otras parejas, eso hace que nunca nos conformemos con eso que somos. Otras veces, sólo nos miramos a nosotros mismos, como si fuéramos los dueños de la razón. El ego suele inflarse cuando nos elogian y suele desinflarse cuando nos critican y todo eso son señales de una baja autoestima. Si potenciamos la autoestima, potenciaremos el ser y no el tener. En general, cuando a alguna persona se le pide que se defina quién es, suele nombrar su profesión o rol que desempeña en la sociedad, muy pocos se definen por sus valores: soy bueno, soy generoso, soy respetuoso. Pero cuando dejamos de ver lo que tenemos, lo que hemos logrado y pensamos simplemente en nuestros valores, esos elementos intangibles de nuestra personalidad, justamente fueron los que nos llevaron hacia esa vida que queremos.

Invertir en autoestima es una inversión muy rentable porque es un valor siempre en alza. Para fortalecerla, debo mejorar esas creencias que tengo sobre mí persona. Muchas personas sólo se fijan en lo que les falta y no se dan cuenta de lo que tienen. Con autoestima, miramos los fracasos como aprendizajes. También quitamos las emociones negativas del camino y cultivamos la gratitud. Dejamos de seleccionar la parte negativa en cuanto empezamos a dar las gracias a nosotros y a los demás.

Y ahí nos damos cuenta que podemos estar llenos de amor sin tener pareja y podemos ser infelices teniéndola o podemos trascender el amor hacia una persona, una idea o un trabajo y extenderlo al mundo. Esta dimensión del amor la podemos extender al mundo político. Quizá necesitamos más líderes políticos que más allá de su cuadro de fútbol o su partido político, quiera lo mejor para su país, para su gente y no lo mejor para beneficiar a las personas de su partido o de su familia. Quizá cuando trascendamos la visión limitada del amor aprendamos a ser mejores personas. Quizá cuando aprendamos a amar, podremos tolerar la diferencia de religiones, pensamientos, creencias y valores. Cuando suceda eso, quizá no necesitemos un día para recordar que hay un santo que nos flecha. Simplemente amaremos, como algo natural, como algo que nos es dado y no puede ser quitado.

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