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Entre Malala y Anitta, basta ya a la violencia contra la mujer


En la instancia de la terapia psicológica y las sesiones de coaching, un motivo de consulta frecuente es el problema de comunicación o de entendimiento. Algunos vienen motivados para mejorar la comunicación con su pareja o jefe o bien socio. Una vez iniciado el proceso, detrás de ese problema de comunicación se suele descubrir que algunas personas que consultan porque su pareja no le entiende y le destrata, en realidad están en un vínculo de maltrato psicológico. Si el que consulta lo hace para mejorar su comunicación con su jefe, puede también que su caso sea uno más de los tantos de mobbing o acoso laboral. La violencia está tan presente en nuestros días que la hemos naturalizado y más allá de las campañas, la paz debería ser un compromiso de todos.

Desde 1981, en América Latina conmemoramos cada 25 de noviembre el día contra la violencia de género. Fue un 25 de noviembre de 1960 cuando las hermanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal fueron asesinadas por orden del dictador Rafael Leónidas Trujillo, del que eran opositoras. Nos encantaría que no se discuta más cada vez que una mujer llega a un puesto de poder, o bien cuando triunfa como corredora de autos o bien si se destaca como futbolista, y mucho más nos gustaría que no se siga asociando al feminismo como sinónimo del machismo y no necesitemos cada 8 de marzo recordar que hay un día mundial para la mujer trabajadora, y mucho más nos gustaría que no haya más violencia contra la mujer, que no haya que explicar tanto a un niño que a una mujer no se le agrede de ninguna forma porque en realidad, no se debe agredir a nadie, sea hombre o mujer. Nos gustaría tantas cosas a las feministas y a las mujeres en general. Recién en 1999, la ONU se sumó a la jornada reivindicativa y declaró cada 25 de noviembre Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en honor a las hermanas Mirabal.

Y más allá de la inspiración que resultan estas valientes dominicanas para la lucha feminista, debo pensar en dos ejemplos de mujeres, que mueven millones de seguidores por el mundo pero con distinto enfoque. Una es la nueva ídolo pop de Brasil, que es Anitta, una chica de 25 años, transgresora, un ejemplo de libertad en todo sentido, expresa sin tapujos sus ideas sobre política, sexualidad y hasta filmó un video clip en el Amazonas para exponer esa selva que corre tanto riesgo por parte de los gobernantes de turno. Anitta no deja de ser una femillenial, que parece decir: "hago lo que quiero con mi vida, mi cuerpo, mi sexualidad y no me critiques por exponer mi físico". Esta es la chica que siguen 30 millones en su cuenta de Instagram. Uno podría ponerse crítico y decir, ¿este es el modelo que le estamos inculcando a las nuevas generaciones? Una chica de 25 años, que pasó de vivir en una favela a vivir en una mansión en Rio, lugar de sus fiestas interminables, que ella misma confiesa, una chica que ostenta su desparpajo, que ha cambiado su cara con varias cirugías y se burla de este mundo hedonista y exigente y expone su celulitis en uno de sus videos. Anitta no es más que la expresión de este mundo contradictorio porque detrás de ese mensaje donde proclama un basta a las presiones estéticas que hacen que las mujeres sean prisioneras de los kilos y de la celulitis, por el otro lado, su deseo de ser otra, de cambiarse su fisonomía facial denotan cierta disconformidad y ausencia de amor propio.

Por otro lado, como me he vuelto fanática del programa "My Next Guest Needs No Introduction" de David Letterman, tuve la oportunidad de ver una entrevista que le hizo a la activista pakistani, Malala Yousafzai, que con 21 años ya ha ganado el Premio Nobel de la Paz, ha sobrevivido al ataque de los Talibanes y sin necesidad de cirugías ni de exponer su cuerpo, ella cree que un mundo nuevo es posible, principalmente impulsando la educación de las mujeres.

Si tuviera una hija y me preguntaran a cuál de las dos me gustaría que admirara, no dudaría de elegir a Malala. Primeramente porque si bien la joven de Pakistán sufrió un ataque horrendo cuando estaba en su bus escolar, su testimonio, su manera de comunicarse es pacífica y amorosa, mientras que la forma de comunicarse de Anitta es tan explosiva como este mundo que nos ha tocado vivir. Malala fue víctima de dos talibanes, que siendo una adolescente le dispararon en la cabeza y milagrosamente salvó su vida en un hospital de Birminghan, Inglaterra, donde actualmente reside. Hoy Malala es una líder estudiantil, defiende la educación de las mujeres, algo prohibido en algunas culturas musulmanas, es hoy una persona carente de idea de venganza, sino de amor, de construcción, de que otro mundo de respeto y tolerancia es posible.

Aunque por otro lado, voy a reivindicar también a Anitta aunque no me guste tanto su forma de expresarse. Porque en las millenials cada vez más hay Anittas que se comunican con fotos sexies en su Instagram, suscitando comentarios de admiradores y detractores. Ellas encontraron esa manera de decirle al mundo "aquí estoy y hago lo que quiero". Diríamos las feministas de la vieja escuela que no hay necesidad de exponer el cuerpo al estilo cosificador. En realidad, todas estas nuevas cantantes pop no son más que pequeñas copias del estilo irreverente iniciado por Madonna. La reina del pop ha hecho tanto bien al abrir el camino a muchas nuevas divas del pop pero también ha generado una presión de lucir excesivamente sexy y desenfadada. Miremos ejemplos: Shakira, Rihanna, Beyonce, la actriz y cantante argentina Jimena Baron. Cada día sus fotos provocativas suscitan los más diversos comentarios de violencia sobre ese atrevimiento a mostrarse así al mundo. Algunas moralistas que derrochan comentarios violentos y carentes de empatía, son mujeres y hay varios comentarios violentos y machistas de parte de hombres. Principalmente voy a reivindicarlas a todas aunque no me guste sus estilos de comunicación y de llegar a las masas. Hoy en día, nos guste o no, debemos respetar el derecho de las mujeres a lucir tapadas como Malala o lucir despojadas de ropas y de prejuicios como Anitta y otras tantas. Ningún hombre ni ninguna mujer debería agredir a otra por si decide exponerse sexy o como monja de clausura. Toda mujer y todo hombre del siglo XXI debe respetar para que se le respete el derecho a mostrar su cuerpo tal como ella desea y no por ello debe ser víctima de ataques porque como dice la vecina "si la critican, si el novio o el esposo le pega, ella se lo merece porque "muestra mucha piel", porque "es medio histérica", "grita tanto como habla", "tiene la regla", y podría seguir enumerando las diversas justificaciones que el vecino o la vecina explican a estos hechos de horror.

Hace unos años, Minou Tavárez Mirabal, profesora universitaria y fundadora del partido Opción Democrática e hija de Minerva Mirabal fue contundente: "Una sociedad no puede llamarse democrática si tolera que a las mujeres se las está maltratando y asesinando. Y eso se produce, además, con mayor frecuencia, en los espacios donde deben estar más protegidas, sus hogares, su entorno, con las personas con las que se relacionan”. Su madre fue la primera mujer en obtener el título de Doctor en Derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Ella y sus tías fueron asesinadas por su pensamiento y valentía en combatir a un dictador. Hoy los comentarios maliciosos, plagados de machismo generan odio y malas actitudes y debemos prevenir estas expresiones educando desde el vamos desde la escuela, la familia y la sociedad en general.

El legado de las hermanas Mirabal es eterno y cada vez más necesitamos escucharnos, amarnos, respetarnos y principalmente crear un mundo diferente donde los dos sexos se apoyen, cooperen y quieran. El miedo y la incomprensión sólo se combaten con más amor. Ese será el desafío de los que quieran construir un mundo tolerante y pacífico.

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