Preparándonos a los brindis navideños y de fin de año, volvemos a pedir nuevamente salud, dinero y amor. Y la felicidad, ¿se puede comprar esta Navidad?
Sumidos en un mundo materialista que privilegia el tener al ser, los hombres y mujeres llegan a las fiestas navideñas con una agenda colmada de compras, compromisos, obligaciones y con ciertas expectativas ante el amor. Tanto ellos como ellas no dejan de rogarle a Papá Noel que traiga paz, salud, dinero y por supuesto, amor.
Para los menos ansiosos, la Navidad suele ser la ocasión ideal para reflexionar sobre el tiempo emocional. Las personas más relajadas se plantean esta época como un buen momento para la reflexión y para disfrutar de la familia.
Las compras de los regalos se alternan con los compromisos de fin de año y las cenas laborales. Entre tantas compras y tanta imposición a ser buenos y caritativos, surgen diversos planteamientos. ¿Es necesario comprometerse a tantas comidas y cenas si no apetece? ¿Qué es lo que verdaderamente se busca esta Navidad? ¿Cuesta la idea de reencontrarse con esa familia tan querida para algunos y tan temida para otros?
Sería mejor evitar las especulaciones sobre la Nochevieja y el Fin de año y programarse en positivo para el nuevo año. Para ello, nada mejor que reemplazar aquello que parece malo por algo que se proyecta como muy bueno.
Hacia una Navidad feliz
Para las personas que viven lejos de su hogar natal, la Navidad implica una época de reencuentro con la familia. Esto conlleva alegría y al mismo tiempo ciertas presiones ante las preguntas inquisidoras de la madre o el padre. Los comentarios de la madre sobre la ausencia o presencia de pareja, las preguntas incómodas del padre sobre el nivel salarial conseguido, la vuelta a dormir en la habitación que usaron en la adolescencia que hoy es un escritorio o sitio de trastos, todo eso conlleva cierta incomodidad en algunas personas. Pero si en vez de ir hacia ese reencuentro con miedos y pensamientos inútiles, es mejor que pensemos que es una oportunidad para estar más tiempo con los padres, hermanos, primos, y esos familiares a los que se aprecia pero que no se puede estar mucho tiempo en el resto del año.
Otro reemplazo posible es dejar de esperar un regalo grandioso ni agobiarse por gastos y compras desmedidas a diversas personas. Mejor pensar que es lo que nos gustaría recibir esta Navidad y estos Reyes, pero que no sea necesariamente material. Puede ser ese “te quiero” que aún no hemos dicho o ese beso que aún no hemos dado.
Posiblemente el reemplazo esencial que podemos hacer en estas fechas es el de abandonar esa especie de castigo emocional a la que se someten muchos hombres y mujeres: el castigo por lo no conseguido. No siempre es productiva la autocrítica ni la crítica excesiva a los otros. El perfeccionismo y el excesivo detallismo nos impiden disfrutar de las cosas. El goce de la vida supone más amplitud de miras y no está exento de ciertos momentos de tristeza.
Ese proyecto que no se ha alcanzado, esa mudanza que se sigue prometiendo para el año próximo, ese viaje postergado, ese amor no consolidado. Mejor evitar esas preocupaciones tan vinculadas con la culpa. Resulta más sano y más productivo, trazar nuevos objetivos si los anteriores no se han cumplido. En este camino de renovación, de programación de nuevas metas, también vale pensar en nuevos proyectos que sean posibles a corto o mediano plazo. Puede ser la inscripción a clases de guitarra, o de flamenco, o de salsa, o la vuelta a la Universidad a hacer un doctorado, un posgrado, o aprender pintura, o programar nuevas vacaciones con amigos o con los hijos.
Sencillamente, comenzando con estos reemplazos: de la presión familiar al disfrute de la familia, del gran dinero gastado en presentes sin significado a regalos significativos y de la sensación de fracaso a la motivación ante nuevos proyectos, comenzaremos a caminar hacia una navidad feliz. La felicidad no es la carencia de sufrimiento ni significa una opulencia de riqueza y belleza. Las personas que obtienen la felicidad, lo hacen porque antes han aprendido a superar los aspectos negativos en su vida. Aceptar los miedos, los obstáculos, las debilidades y las fortalezas nos van acercando a nuestro ser feliz.
Por tanto, esta Navidad puede ser una buena época para detectar aquello que nos genera bienestar. Si anhelamos imposibles, es probable que estemos alejados de nuestro bienestar emocional y nos sintamos frustrados. Pero si reconocemos que nuestro bienestar puede estar más unido a compartir con nuestro núcleo afectivo, padres, hermanos, hijos, amigos o en soñar y dibujar nuevos emprendimientos, eso nos acercará más a una vida más plena.
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