Además de los huevos de Pascua, lo que más me gusta de la llamada Semana de Turismo para los laicos y Semana Santa para los católicos es el silencio mágico en el que queda la ciudad, sea Barcelona o Montevideo. El movimiento de las personas en esos días de Fiesta hacia otros sitios deja a la ciudad silenciosa y amable.
Cuando la ciudad calla, dejamos decir esas cosas que no nos gustan y comenzamos ese viaje hacia lo mejor de nosotros. Quizá planeamos pintar esas paredes que necesitaban disimular el paso del tiempo, quizá volvemos a escribir ese libro pendiente, quizá volvemos a planear un nuevo plan de entrenamiento. La cuestión que la ida de muchos nos permite reencontrarnos con nosotros, sin ruidos, sin juicios, sin una agenda de obligaciones. Seguramente esta semana sea la más luminosa del año porque es la que nos enfoca en lo que queremos para el resto del año. Hay palabras que preservamos en estas fechas, como "te quiero", "celebro", "te escucho", "te siento" y al escucharlas parece que nos reponemos de una sarta de dichos, de sobredosis de información, de malentendidos, de prejuicios, todas cosas pretenciosas que lo único que hacen es acallar el presente. Porque sabemos hace rato que viviendo el aquí y ahora podemos disfrutar más lo que va surgiendo en la vida y proyectarnos mejor a futuro.
Cuando estamos ligeros de equipaje, conectados al presente, las cosas más terribles que nos pueden decir, las respondemos con un elocuente silencio Justamente hoy estaba viendo uno de mis programas favoritos, "Polideportivo" que lo veo simultáneamente con mi otro programa favorito "Punto Penal" y comentaban que Federico Valverde, jugador de futbol uruguayo, parte de la selección uruguaya de fútbol y jugador de Real Madrid, agredió a Alex Baena, jugador del Villarreal porque le dijo un improperio sobre alguien de su familia. Bueno a partir de ahí, el periodista Enzo Olivera desde Europa y Alberto Kesman desde Uruguay justificaban la reacción violenta y ni les cuento cuando se me dio por poner un twit sobre la importancia de autorregularse y más si uno es una estrella del fútbol, hasta la gente más inteligente le parecía genial que Valverde hubiera sido violento sólo por haber recibido palabras agresivas. Si el ofendido responde peor que el que ofende, duplica la agresión. Muchas veces debemos responder con elocuentes silencios, con miradas sabias, con sonrisas plácidas, con compasión hacia esos que necesitan agredirnos.
Cuando no hablamos, decimos. Abrimos un espacio entre palabras, que es como un puente tendido. Entonces lo dicho se va hacia otro lugar donde podemos volver a responder y vibrar. La falta de palabras no es para ocultar o mentir sino para devolver a nuestras palabras esa grandeza y sencillez donde significan lo que verdaderamente queremos decir. Porque cuánto confundimos a los otros cuando nos dejamos llevar por ese torbellino de dichos y de justificaciones. Y cuánto nos sentimos fascinados por esas personas que con su mirada silenciosa nos ofrecen rastros de su fecunda labor. En esa ausencia de ruido y de palabras encontramos un vaciamiento de las tonterías cotidianas. Podemos encontrar esas miradas silenciosas en esa gente que medita asiduamente, en esa gente que enseña sin creerse maestros, en esa gente que escucha activamente y de forma empática. Convivir con el silencio es la única manera de conectarnos con la verdad. Cuando lo hacemos, nos entregamos más plácidamente a las palabras que nos llegan y en esta semana Santa, no sólo pensaremos en la resurrección de Cristo sino que nos conectaremos con ese renacer de lo mejor de nosotros, de nuestra paz, de nuestro respeto, de nuestra calma y de ese poder de decir y de valorar el silencio.
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