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El arte de aceptar el no y los desafíos del liderazgo femenino

(columna para revista "En obra")

Hace un tiempo, cuando enviaba mis newsletters de comunicación sobre las actividades de mi consultora, solía utilizar la etiqueta de “Alta importancia”, una opción que tenía en ese momento mi programa de correo. Pero tras el pedido de una persona, dejé de poner esa señal a mis mensajes. La persona en cuestión, en tono amable, me comentó que cada vez que veía que un mensaje era de “Alta importancia”, su corazón se aceleraba y acrecentaba su ansiedad. Seguramente algunas computadoras tienen sonidos prohibidos para cardíacos cuando llegaba este tipo de mensajes y eso me hizo reflexionar sobre el tiempo estresante, reactivo y ostentosamente femenino que nos tocó vivir.

La combinación de crisis y recesión hace que algunas personas acrecienten su reactividad. No sólo emergen los nervios cuando llega un email. También es la ansiedad y el fastidio que provoca una negativa de colaboración o publicidad. He observado en el último tiempo la dificultad que tienen las personas en decir no. Quizá por temor a herir susceptibilidades pero esa ausencia de sinceridad lo que hace es extender el tiempo de respuesta y agregar trámite a algo sencillo. Hace unos años, cuando aún vivía en Barcelona, una directiva española que solía seguir mis actividades, sintió que la ofendí cuando me negué a colaborar en publicidad en su canal de televisión. A pesar que le desee mucha suerte en su emprendimiento y hasta le prometí difusión desde mis redes sociales y mi comunicación digital a mi base de datos, intuyo que no le agradó que fuera sincera sin aderezos ante su pedido. Mi honestidad fue más bien una necesidad que ella y yo ganáramos tiempo, algo que solemos codiciar en el mundo de la empresa. En ese momento, tenía un espacio de televisión en el programa “Hola Barcelona” en el canal autonómico de Cataluña, BTV y tenía un espacio en el programa “Noches de radio” de Onda Cero, que se emitía a toda España. Realmente no necesitaba más difusión de la que me daban esos medios y a esto debía agregar que algunos periódicos como “La Vanguardia” o “El Periódico de Cataluña” me solían llamar para opinar como experta en psicología y coaching, por lo cual pagar por publicidad no me parecía necesario. Con mi honestidad brutal, así se lo comuniqué y ella se sintió despreciada y se dio de baja de mi newsletter y tampoco me informó más de sus actividades, por lo cual cortó nuestros canales de comunicación.

Ahora que se habla se sororidad, esa palabra que define la hermandad entre mujeres, que define esa percepción de sentirse como iguales que pueden aliarse, compartir y cambiar su realidad, rechinan más esas actitudes contrarias a todo feminismo civilizado. Pienso que las mujeres que son líderes deben combatir muchos obstáculos en estos tiempos pero principalmente deben aprender a canalizar sus emociones y dejar de pensar que llegaron a ser líderes por ser mujeres y que por esa condición, requieren obtener puestos por cuotas y no por talento. Pienso en la arquitecta Karin Bia, que forma parte del directorio de Vidriería Bia pero como emprendedora inquieta ha asumido sus propias obras de arquitectura, donde muchas veces debe dirigir a hombres. Mientras concilia entre su exitosa vida laboral con su rol como esposa y madre de dos hijas, Bia crea sus propios proyectos y eso hace que cada vez que habla de sus obras, habla de los detalles de los materiales, sus influencias artísticas pero no suele endilgar al hecho de ser mujer su talento como constructora y Project manager. Bia además de innovar en diseño industrial en productos como el Glass Splash, un cristal que se pinta mediante proceso serigráfico con colores o con el diseño propuesto por el cliente, también asume la dirección de edificios y complejos residenciales y suele recordar las enseñanzas que le han dejado otros arquitectos. La imagino a ella queriendo obtener cierta hermandad en esos obreros que ella dirige, y el respeto de sus colegas masculinos posiblemente lo ha logrado por no destacar su feminidad para trabajar.

Porque últimamente se hace una distinción entre el liderazgo asumido por hombres y el generado por mujeres. En realidad el liderazgo es, fluye, se tiene o no se tiene y no importa el género en cuestión. Hay jefes que son pobres hombrecitos y hay grandes mujeres que son líderes resonantes, que se hacen escuchar y logran que cada miembro de su equipo trabaje en armonía. También hay mujeres que llegan a puestos de liderazgo por la ley de cuotas y su ineficiencia se oculta porque más vale premiar al género y no al talento.

Lo cierto que las mujeres líderes deben combatir muchos obstáculos en estos tiempos pero principalmente deben aprender a canalizar sus emociones hacia una dirección positiva y lograr estar por talento y talante y no por haber nacido mujeres. Tanto los hombres como las mujeres deben moderar las emociones de una forma respetuosa y madura a la hora de liderar a otros. Al final de cuentas, la persona siempre trasciende cualquier rol. Afortunadamente, quedan aún líderes que cultivan la inteligencia emocional, el respeto, la escucha empática y se vuelven creativos en contextos difíciles. Me gustaría ver a más mujeres ejerciendo esas cualidades. No quiero crear presión a Karin Bia por ser un ejemplo de mujer que lidera sin alegar su condición femenina pero es por el momento, una de las pocas que veo que avanza a paso firme, compartiendo y equilibrando la razón con la emoción. Tiene también un gran compañero que es su marido, el abogado Gonzalo Lorenzo, que la admira, respeta y la impulsa a crear y concretar sus sueños. A veces como socio, otras como impulsor, Bia y Lorenzo han demostrado que el líder puede nacer como hacerse y ese hacer poco tiene que ver con el género.

Leticia Brando es psicóloga, coach personal y ejecutiva y directora de la consultora Brando Coaching.. Sigue su Twitter: @BrandoCoaching y sus webs: www.brandocoaching.com y www.autoestimayliderazgo.com

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